Ya es posible afirmar con datos contrastados que el primer acceso a contenidos pornográficos en internet se anticipa ya a la etapa infantil y desde edades tan tempranas como los ocho años. Así lo demuestra la investigación titulada Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, presentada esta mañana en Madrid, que ha encuestado a casi 2.500 jóvenes de entre 16 y 29 años.
El acto de presentación ha tenido lugar esta mañana en el Impact Hub Alameda de Madrid. Han inaugurado Carmen Orte, catedrática de la Universidad de Illes Balears, y Carlos Rosón, presidente de la red Jóvenes e Inclusión. Lluís Ballester (UIB) ha presentado las conclusiones de la investigación y, posteriormente se ha celebrado una mesa redonda con la participación de Carmen Montón, ex ministra de Sanidad; Rosa Cursach, directora del Institut Balear de la Dona; y Rosana Martínez, investigadora de la Universidad de Vigo en materia de juventud y género.
Las ONG de infancia y juventud que forman la red Jóvenes e Inclusión llegan cada año a unas 10.000 niñas, niños y jóvenes. En los últimos años han observado un claro repunte de conductas que reproducen estereotipos de género y patrones de desigualdad en las relaciones entre chicas y chicos: retorno del amor romántico, dificultades para detectar la violencia de control, coerción normalizada o ritualización de las relaciones sexuales.
Bajo la dirección científica de Lluís Ballester y Carmen Orte, del Grupo GIFES de la UIB, esta investigación ha querido estudiar hasta qué punto la nueva pornografía está relacionada con estos cambios en sus hábitos sexuales y sus formas de relacionarse. Se trata del primer estudio de estas dimensiones que contrasta muchas de las hipótesis sobre juventud y pornografía publicadas en los últimos diez años.
Principales conclusiones
Los resultados constatan que la edad media de inicio en el consumo de pornografía son los 14 años entre los adolescentes hombres, los 16 en el caso de las mujeres y los 15 para otras identidades. Sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones se ha iniciado antes de los 13 y la edad más temprana se anticipa ya a los 8 años. La familiaridad con las pantallas y con las búsquedas en internet han facilitado esta situación. .
También se verifica que los hombres son los grandes consumidores de pornografía: el 87% dicen que la han visto alguna vez y casi un 30% se consideran un poco adictos o posiblemente adictos. Su impacto es también mayor entre la población masculina, tanto por los efectos buscados (sobre todo la masturbación) como por las consecuencias negativas sobre las relaciones interpersonales y de pareja.
También se verifica que los hombres son los grandes consumidores de pornografía: el 87% dicen que la han visto alguna vez y casi un 30% se consideran un poco adictos o posiblemente adictos. Su impacto es también mayor entre la población masculina, tanto por los efectos buscados (sobre todo la masturbación) como por las consecuencias negativas sobre las relaciones interpersonales y de pareja.
El perfil más común es el de un varón heterosexual que se conecta de forma privada desde su teléfono móvil.
Además, se constata que la nueva pornografía está detrás del aumento de prácticas sexuales de riesgo, es decir, aquellas que pueden tener un impacto negativo sobre la salud: sexo sin preservativo, con diversas parejas, en grupo, con presencia de violencia, etc. Un 50% de jóvenes reconoce haber incrementado estas prácticas después de consumir pornografía.
La nueva pornografía también distorsiona la imagen que mujeres y hombres jóvenes tienen de su mismo género y del opuesto. Una de cada cuatro personas encuestadas reconoce que ha cambiado su percepción de los hombres y de las mujeres.
Pero además es generadora de una escalada de conductas, pasando del consumo de imágenes a otras prácticas vinculadas a la prostitución. Un 46,7% de hombres ha recibido anuncios de ofertas sexuales y un 4,5% dicen haber tenido encuentros o estar dispuestos a pagar por ello. Así, al menos 300.000 hombres entre 16 y 29 años ya han tenido contactos sexuales por medio de anuncios en webs de pornografía. Casi una cuarte parte no contestan, por lo que estas conductas podrían estar más extendidas.
Una educación sexual fallida
El perfil más común es el de un varón heterosexual que se conecta de forma privada desde su teléfono móvil. Accede de forma gratuita a contenidos de alta calidad de imagen, de naturaleza sexista o vejatoria, mientras está expuesto a publicidad de servicios sexuales, bien virtuales o bien físicos en su zona de residencia.
Es muy relevante que la mayoría de adolescentes que se asoman a la pornografía no están satisfechos con lo que saben sobre sexo. Casi un 80% de las y los jóvenes dicen no haber recibido una educación afectivo-sexual satisfactoria o no la han tenido en absoluto.
Esto significa que la información recibida no ha resuelto sus dudas o expectativas y han tenido que resolverlas de otra manera. Por eso 7 de cada 10 acuden a internet o a otras amistades para resolver esas dudas. Y solo un 25% se las plantean a sus progenitores o a otros adultos.