No es ningún secreto: la mayor parte de nuestra juventud se bate con un presente incierto y falto de oportunidades. El caso más frecuente es que un chico o chica menor de 30 años no tenga trabajo, o que tenga uno tan precario que no permita dejar la casa familiar y vivir por fin de manera independiente. Para aquellos jóvenes especialmente vulnerables que carecen de formación y recursos, la situación puede volverse dramática. Por eso desde la Federación Jóvenes e Inclusión proponemos un modelo integral de apoyo a la juventud. Un modelo con seis grandes medidas.
La Federación Jóvenes e Inclusión nació para dar una respuesta a los apremiantes problemas que afectan a la juventud, especialmente la más vulnerable. La forma de conseguirlo es combinar la metodología y los más de 15 años de experiencia de entidades especializadas en el apoyo a jóvenes, junto al conocimiento aportado por cinco universidades.
El presidente de la Federación y director de Igaxes3, Carlos Rosón, estuvo esta semana en Palma de Mallorca y anteriormente en Granada para trasladar la apuesta de la Federación: un modelo integral para trabajar la inclusión social de la juventud de un modo eficaz y adaptado a la realidad.
Estos son los seis ejes centrales de esa apuesta.
1. Un modelo común e integral
Un joven residente en Canarias o Andalucía no goza de las mismas oportunidades para encontrar un trabajo que otro de Baleares o Cataluña. Y no todas las comunidades cuentan con programas específicos para estimular su autonomía personal, promover su éxito escolar o facilitar su acceso al mundo del trabajo. La Federación aglutina a entidades de Andalucía, Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Cataluña, Galicia y Madrid. Nuestra vocación es abarcar todo el territorio estatal para crear un estándar de intervención y un conocimiento común para mejorar nuestros programas dirigidos a jóvenes.
2. Atención desde los 12 hasta los 25 años
La autonomía personal es algo muy complejo que necesita cultivarse desde la pre adolescencia. En la Federación apostamos por comenzar a trabajar ya desde los 12 años de edad. Es así que cada vez más chicos y chicas llegarán a ser autónomos de forma cierta, se formarán mejor, ganarán en madurez y entrenarán habilidades para el empleo y la vida independiente. Es verdad que la falta de oportunidades laborales impide que muchos logren emanciparse de una forma segura y estable: ocho de cada 10 menores de 30 años sigue viviendo en la casa familiar. Por eso es necesario ampliar la oferta de programas de apoyo al menos hasta los 25 años. De ello depende la inclusión social de miles de jóvenes.
3. Prevención del fracaso escolar
La tasa española de abandono escolar temprano es del 23,5%. Entre el alumnado en riesgo de exclusión social, las probabilidades de fracaso aumentan dramáticamente. Entre las chicas y chicos tutelados, por ejemplo, se dispara hasta el 80% el porcentaje de los que no acaban la E.S.O. El fracaso escolar suele ser antesala de la exclusión social. Adelantando la edad de intervención a los 12 años podemos dedicar acciones concretas para prevenir el abandono prematuro de los estudios. Y manteniéndola hasta los 25, lograremos que muchos continúen formándose. En el caso de los jóvenes tutelados, incluso que aumente el número, hoy exiguo, de los que cursan estudios superiores.
4. Recuperación del vínculo familiar
El tipo de relación que mantiene un niño, niña o joven con su familia tiene consecuencias decisivas en su desarrollo emocional. Aunque se produjese en el pasado una ruptura o desajuste del vínculo familiar, en muchos casos es posible resolver el conflicto y recuperar una parentalidad positiva. Es esencial trabajar con la familia para que ésta sea un referente de estabilidad para el chico o chica. Incluso para recuperar la vida en común, si fuese posible.
5. Apoyo a la inserción laboral
Más de la mitad de la población entre 16 y 30 años no tiene trabajo. Ante esta situación es imprescindible contar con profesionales dedicados a los jóvenes para entrenar habilidades para el empleo; ofrecer formación adaptada al mercado de trabajo; servir de guía para el emprendimiento; y crear vínculos con las empresas, con la mirada puesta en la contratación y la formación profesional.
6. Apuesta por la mentoría social
El modelo de intervención en el que creemos es integral porque va más allá del trabajo profesional. Los proyectos de mentoría social mejoran a autonomía y la autoestima de los jóvenes y amplían su red social. En un proyecto de mentoría, el voluntario mentor es una figura de más edad, capaz de prestarle apoyo emocional a un chico o chica que lo necesita. O de dedicarle un consejo que oriente su vida. O, simplemente, de ponerse a su disposición para iniciar una relación de confianza.